Las patentes biomédicas reducen la innovación en un 30%

David de Ugarte
Correo de las Indias

¿Es la propiedad intelectual necesaria para la innovación? ¿Es contraproducente? La publicación por primera vez de evidencia en cantidades significativas a partir del Proyecto Genoma Humano, demuestra lo segundo

Por mucho que el discurso oficial se empeñe, el debate sobre la propiedad intelectual no trata de si los autores o inventores ganarían lo mismo o más en caso de que se aboliera este monopolio legal. La pregunta es si son necesarias las rentas de un monopolio que sólo existe merced a la legislación para que exista innovación y si se genera más o menos innovación con protecciones de propiedad intelectual o sin ellas.

En el campo de la teoría Michele Boldrin hizo un aporte fundamental que es hoy ya parte del corpus de la Teoría Económica al demostrar que bajo ciertas condiciones comunes y generalizadas hoy, no es necesario ese incentivo.

La evidencia empírica sin embargo, en campos como la industria biomédica y farmaceútica era escasa aunque ya apuntaba a que el innovador tiene incentivos más allá de la patente suficientes como para justificar y rentabilizar sobradamente el I+D.

El tipo de evidencia necesaria es la convivencia en el mercado desde el primer momento de dos innovaciones similares, una patentada y la otra no. El record actual de plagio, está en los dos años, acusado aunque nunca demostrado en el caso del Warfarin, la versión genérica de un anticoagulante llamado Coumadin patentado originalmente por DuPont Pharmaceuticals Inc. Lo interesante del caso Coumadin es que sigue generando unos ingresos de unos 500 millones de dólares anuales a DuPont. Según el Wall Street Journal el gasto mensual por paciente costaría 35.50 dólares frente a los 28.60 del genérico. Sin embargo, a pesar de la diferencia de precios, Coumadin sigue reteniendo casi el 80% del mercado. Hoy Coumadin sigue siendo el producto estrella de DuPont, fundamental dentro de las cuentas de la multinacional, a pesar de haber sido uno de los pocos casos donde la aparición casi simultánea de un genérico crea una situación asimilable a la que se daría en ausencia de patentes.
El caso definitivo: el genoma humano

La constación empírica definitiva seguramente se la debamos a un reciente paper de Heidi Williams, una doctoranda en Economía de la Universidad de Harvard.

Williams analiza las consecuencias del Proyecto Genoma Humano, cuyos resultados en la secuenciación del genoma pertenecen al dominio público, con los de Celera, empresa que atesoró sus resultados bajo patente.

Lo interesante es que existen genes, originalmente protegidos por Celera, que al ser resecuenciados mediante el esfuerzo público pasaron después a estar libres de patente, de este modo Williams pudo hacer en realidad dos estudios diferentes: en uno comparaba el impacto de genes patentados con genes bajo dominio público desde el momento de su secuenciación, en otro el resultado de la devolución de genes originariamente de Celera al dominio público.

El resultado en ambos casos fue similar: las patentes mermaban la innovación y sus resultados en un 30%. Es más, en los casos donde Celera disfrutó de un periodo breve de monopolio, los efectos negativos sobre la innovación se mantuvieron, aunque a menor escala, al ser liberada la secuenciación del gen. Es decir, los efectos negativos de la propiedad intelectual para la innovación tienden a hacerse persistentes incluso después del fin de la protección legal.

Si extendemos estas conclusiones a otros ámbitos de la propiedad intelectual entenderemos por ejemplo por qué los libros en dominio público dan lugar a nuevas ediciones y traducciones con mayor regularidad que aquellos bajo Creative Commons.
Consecuencias

Hasta ahora sabiamos por los modelos teóricos y la escasa evidencia empírica disponible que un mercado farmaceútico sin patentes vería pues con toda probabilidad una inversión mayor en I+D pues sólo la innovación garantizaría rentas extraordinarias temporales cercanas a las de monopolio. Pero también vería una rápida extensión de las innovaciones, bajo la forma de genéricos, en los países menos desarrollados.

Ahora sabemos además que las patentes biomédicas reducen la innovación en un tercio pero también que por corto que sea el periodo de monopolio el coste social tiende a mantenerse en el tiempo.

Si sumamos ambos resulttados, las consecuencias políticas son claras: el objetivo político y social debe ser no ya la reducción del tiempo o el ámbito de explotación exclusiva, sino su completa desaparición.

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