Pensar en Internet como un procomún

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Queremos inaugurar una sección que dedicaremos a seguir de cerca procesos más locales. No sabemos muy cómo llegamos hasta aquí, tampoco sabemos cómo seguiremos con esto pero en el afán de estar en “construcción permanente” nos entusiasmamos con esta idea. Desde el inicio de Sursiendo la intención siempre ha sido hacer una intervención glocal: intentar conectar lo que pasa fuera de nuestros entornos cotidianos con lo que pasa en nuestros entornos más inmediatos y atravesarlo con nuestro “estilo muy particular” porque creemos en aquello de que estamos interconectados y nos necesitamos mutuamente.
Es esta interconexión la que de maneras (a veces más y a veces menos) explícitas y transversales resalta el paraguas de los bienes comunes o procomunes bajo el que hemos decidido ponernos.
El tema que suscitó pensar en esta nueva propuesta es la Iniciativa Ciudadana de Ley de Acceso a Internet para el Estado de Chiapas de la que ya hemos hablado alguna vez y de la que esta semana pudimos leer una crónica sobre parte del proceso. Esta sección será esporádica y responderá a coyunturas locales por lo tanto los temas pueden ser diversos.
En el intento por abordar las muchas aristas y sentires de algunas personas y grupos que piensan (y se piensan) en Internet nos propusimos inaugurar el espacio con nuestras reflexiones sobre Internet como procomún. En adelante habrá invitados e invitadas que hablarán sobre los entornos de este primer tema.
En la actualidad Internet es uno de los procomunes más importantes que tenemos. Por hacer una aclaración rápida: un procomún es un espacio conformado por un bien que posee una comunidad especifica que lo usa y lo gestiona de acuerdo a las propias necesidades de esa comunidad estableciendo reglas más o menos explícitas para su uso. Claro está que no es lo mismo pensar en las reglas que pueden regular un bien común material (como la gestión de un bosque) que en las que pueden regular un bien inmaterial (como la cultura). Además a veces es útil tener en cuenta la escala.
La Red de Redes fue creada allá por los años ’60 como un espacio abierto y de intercambio de conocimiento libre de regulaciones. Las máquinas conectadas entre sí podían compartir documentos e información. Esta vieja inspiración se concreta en diversas formas: por empezar Internet se basa en un conjunto de protocolos abiertos que permite en la actualidad interconectar, sin restricciones tecnológicas, dispositivos en cualquier parte del mundo. Por otro lado multiplica de forma geométrica la información que por ella circula. Al ser estos bienes inmateriales, su compartición no los reduce sino que los amplifica. Además de todo esto Internet permite conectar otros procomunes como conocimientos, lenguajes, imaginación, culturas, etc. Y a la postre permite alianzas potentes pero que pueden ser efímeras, circunstanciales porque “puede haber representación sin cesión de soberanía” y permite cooperar con desconocidos sin importar su color. En esta entrevista Marga Padilla dice que “Internet no está hecha para que deje de haber desigualdades (…) pero sin embargo, no podemos luchar contra las desigualdades sin Internet”. Esto forma parte de su ambigüedad pero también de sus múltiples posibilidades y lenguajes.
Todo este conjunto de situaciones hace que Internet sea un espacio habitado, todavía considerado por muchos como un bien común global pero que cada día se ve más amenazado. Las infraestructuras que usamos son mayoritariamente privadas (lo que hace que esa información pueda ser privatizada) y por otro lado muchos estados-mercados intentan todo el tiempo restringir y criminalizar las acciones dentro de la Red exactamente de la misma forma que lo hacen “lejos de los teclados”. ¿Y por qué no debería ser así? Internet tiene lenguajes propios que atraviesan muchos otros espacios y formas de relacionarnos. De alguna manera la Red de redes no solo conecta nodos dispersos sino humanidades dispersas y esta doble situación hace que (debiéramos) ver sus especificidades.
Como decíamos en párrafos anteriores Internet está conformado por bienes materiales (su infraestructura) y bienes inmateriales (todo lo que circule en ella) y su escala es planetaria. Sin dejar de tener esto en cuenta pero pensando en aquello de que Internet nació como un procomún creemos que las leyes que hoy intentan regular el uso de la Red deben, necesariamente, respetar ese espíritu de libertad y autogestión. Esto no significa que en la red no haya autoridades pero las mismas son fluctuantes y dependen únicamente de nuestro comportamiento en ella. Esto tampoco significa que en la red no pueda haber iniciativa privada. Puede haber proyectos educativos, culturales, económicos o políticos que incidan sobre ella, pero si lo hacen para restringirla seguramente la inteligencia colectiva encontrará la manera de deshacerse de ellos.
No nació como un espacio de poderes sino como un espacio de responsabilidades y es la oportunidad histórica que tenemos de volver a involucrarnos en la cosa pública, dejar de ser espectadores y volver a acercarnos poco a poco a lo que es de todos y todas. Es además la posibilidad de (re)apropiarnos de la colaboración, la generosidad, la creatividad y el conocimiento compartido. Es la posibilidad de volver a mirar a los procesos y dejarnos de tantos resultados. Es la posibilidad, como buen procomún, de crear y recrear cómo queremos usar ese espacio.
Sin embargo Internet no es ideal (¿acaso algo lo es?). Miguel Vidal menciona en un artículo publicado en 2007 que “existen comunidades con toda clase de fines, no necesariamente edificantes para sus miembros ni útiles socialmente: en espacios libres, sin vigilantes y con un anonimato casi generalizado, proliferan también los que pretenden abusar de esas comunidades (spammers, estafadores, acosadores, suplantaciones, etc.)”. El conflicto es inherente a lo humano y esa ambigüedad de la que hablábamos da pie también a estos usos (que de hecho son los argumentos que muchas veces usan quienes buscan restringirlo). Sin embargo pretender usar las leyes materiales para procesos inmateriales no tiene mucha lógica. Por lo general además estas analogías pretenden hacer uso del control de manos de gobiernos o empresas. Estas intenciones amenazan el espacio de Internet y por lo tanto nuestro accionar dentro de él. Aquí es donde vuelve a cobrar sentido y necesidad el hecho de involucrarnos y participar en las regulaciones que se pretender hacer sobre esta herramienta.
Hay mercados, hay estados y hay procomunes. Todos ellos conviven y se mezclan pero, al menos por ahora, solo los procomunes tienen reglas más claramente separadas de los primeros dos. La red ha demostrado ser un espacio en el que por sobre todos los malos hábitos se pude convivir sin que intervengan externos que nos digan cómo movernos en ella. Con sus precauciones y sus necesidades de aprender estos nuevos lenguajes las legislaciones deberán garantizar esa libertad y autoregulación porque si no logran captar su espíritu de compartencia no acogerán los nuevos procesos sociales que nos atraviesan.
Estos episodios locales que se irán narrando los próximos jueves serán los botones que se usarán como muestra para ver por dónde perderse (y encontrarse) en este laberinto de las nuevas ciudadanías 2.0

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